ESCENA
Introducción: Como reza el propio índice de obras publicadas, se trata de una colección de teatro de todos los tiempos, en la que sobresale la calidad de los textos por encima de los factores estéticos, aun cuando el aspecto externo es más atractivo que en colecciones coetáneas y precedentes.
Duración: Se publicaron 69 números en un período de tiempo que abarca desde 1979 hasta 1992.
Redacción. Talleres: Ediciones MK, c/ Velázquez nº 26 - Madrid, siendo confeccionados los distintos ejemplares en diversos talleres de artes gráficas de Madrid.
Cubierta y maqueta de la colección: Francisco Nieva.
La presentación de la portada es común para todos los números, a excepción de los colores, que varían de unos a otros, sin obedecer a criterio lógico alguno.
La cubierta posterior incorpora una o varias reseñas acerca de la obra o de su autor, a veces firmados y otras no.
Los primeros números llevaban una indicación en portada acerca de si, por su grosor, se trataba de un volumen simple o extra.
Contenido: Junto a los grandes autores del teatro universal (Williams, Priestley, Frisch, Miller, Chejov) hay obras de autores españoles menos conocidos (Amestoy, Ors, Sierra), con alguna incursión en clásicos (Calderón, Molière).
Se ofrece información acerca de las características de la obra, fecha de su estreno, en caso de ser contemporánea, y reparto de actores, en su caso.
Muchos ejemplares dedican las páginas posteriores a dar noticia de los números aparecidos anteriormente.
Números publicados:
1.- August STRINDBERG - La señorita Julia
2.- Pedro Mario HERRERO - Balada de los tres inocentes
3.- Jean ANOUILH - Los peces rojos
4.- Ana DIOSDADO - Los comuneros
5.- Antonio GALA - Cantar de Santiago para todos
6.- Anton CHEJOV - Las tres hermanas
7.- Ana DIOSDADO - Usted también podrá disfrutar de ella
8.- Max FRISCH - La muralla china
9.- José Mª RODRÍGUEZ MÉNDEZ - Flor de otoño
10.- Jean Paul SARTRE - Las manos sucias
11.- Anton CHEJOV - El tío Vania
12.- August STRINDBERG - El padre
13.- Heinrich SCHILLER - Don Carlos, infante de España
14.- Albert CAMUS - Calígula
15.- MOLIÈRE - Tartufo
16.- León TOLSTOI - Historia de un caballo
17.- Arthur MILLER - Panorama desde el puente
18.- Antonio GALA - Petra Regalada
19.- Henryk IBSEN - Un enemigo del pueblo
20.- William SHAKESPEARE - Antonio y Cleopatra
21.- Woody ALLEN - Aspirina para dos
22.- Francisco NIEVA - La señora tártara
23.- Alejandro CASONA - La molinera de Arcos
24.- Adolfo MARSILLACH - Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?
25.- Antonio GALA - La vieja señorita del Paraíso
26.- STRINDBERG / O'NEILL / COCTEAU - Tres monólogos
27.- Anton CHEJOV - La gaviota
28.- Peter SHAFFER - Amadeus
29.- Pedro CALDERÓN de la BARCA - El galán fantasma
30.- Willy RUSSELL - Educando a Rita
31.- Antonio GALA - Anillos para una dama
32.- John PIELMEIER - "Agnus Dei"
33.- Alfred de MUSSET - Lorenzaccio
34.- Antonio GALA - El cementerio de los pájaros
35.- Darío FO - Aquí no paga nadie
36.- Henryk IBSEN - Casa de muñecas
37.- Ignacio AMESTOY - Ederra
38.- Fernando ARRABAL - El rey de Sodoma
39.- Henryk IBSEN - John Gabriel Borkman
40.- Benito PÉREZ GALDÓS - Casandra
41.- Francisco ORS - El día de gloria
42.- Antonio GALA - El sol en el hormiguero
43.- John B. PRIESTLEY - La herida del tiempo
44.- Tennessee WILLIAMS - La gata sobre el tejado de cinc
45.- Arthur MILLER - La muerte de un viajante
46.- George Bernard SHAW - Cándida
47.- John MURRELL - Sarah (el ocaso de un sol)
48.- Sam SHEPARD - El verdadero Oeste
49.- Antonio GALA - Samarkanda
50.- Rainer Werner FASSBINDER - Las amargas lágrimas de Petra von Kant
51.- Pedro Mario HERRERO - El homenaje
52.- José LÓPEZ RUBIO - La Puerta del Ángel
53.- William M. HOFFMANN - La última luna menguante
54.- Luigi PIRANDELLO - Enrique IV
55.- Yukio MISHIMA - Madame de Sade
56.- Hugh WHITEMORE - Materia reservada
57.- Ana DIOSDADO - Los ochenta son nuestros
58.- Arthur MILLER - Todos eran mis hijos
59.- Tennessee WILLIAMS - Un tranvía llamado deseo
60.- Neil SIMON - La extraña pareja
61.- Mª Manuela REINA - La cinta dorada
62.- James GOLDMAN - El león en invierno
63.- Juan José ALONSO MILLÁN - ¡Anda mi madre ...!
64.- Jacinto BENAVENTE - Rosas de Otoño
65.- Miguel SIERRA - Palomas intrépidas
66.- Jean Noel FENWICK - Una pareja singular
67.- Peter SHAFFER - Leticia
68.- Neil SIMON - Perdidos en Yonkers
69.- Ana DIOSDADO - La importancia de llamarse Wilde
Bienvenidos
La literatura teatral en España experimentó un auge con la llegada del siglo XX, coincidiendo con la expansión del libro como vehículo de difusión de la cultura. Junto a las publicaciones de poesía, de novela, de cuento, de actualidad o de información general, se fue desarrollando también una rica y no siempre bien estudiada bibliografía que recoge sobre el papel la actualidad de lo que tenía lugar sobre los escenarios.
Aunque el teatro en principio se concibe para ser visto o representado, es indudable que nadie puede asimilar todo lo que sube a las tablas, que a menudo además no alcanza los mínimos de calidad suficientes para trascender más allá de la época en que se estrenaban (a veces las obras se representaban una sola vez antes de caer en el olvido eterno). Y por el contrario, había otras piezas que, bien por tratarse de clásicos de siglos precedentes o de incuestionable valor (tanto españolas como extranjeras), merecían la gloria de ser conocidas por públicos de las generaciones posteriores, sin tener que esperar a que se representasen alguna vez. Eso, sin contar con que los actores y actrices que habían de asumir algún papel en las obras necesitaban un soporte físico con el que trabajar.
Es por ello que de forma regular y constante empiezan a surgir empresas de artes gráficas que apuestan por la literatura dramática, aunque sea empleando unos materiales (papel, tintas, etc) a menudo de poca calidad y poco aptos para resistir el paso del tiempo.
Todas las colecciones que van apareciendo, sobre todo hacia los años 20, presentan algunos elementos en común.
En primer lugar, la publicidad. Algo que a buen seguro a los consumidores de antaño no les haría mucha gracia pero que hoy nos resulta sumamente atractivo, porque sirve para conocer de forma indirecta las inquietudes, el modo de vida y hasta los gustos de aquella sociedad. Lo mismo anuncian en contraportadas o páginas interiores rudimentarios productos de belleza o soluciones para los callos, que bombillas, complejos vitamínicos, o por supuesto publicidad de otras revistas o publicaciones del propio editor. Como solían hacer mención al precio de lo que se anunciaba, sabemos también lo que costaban ciertos artículos: cifras que hoy nos parecen insignificantes, pero que en su momento serían prohibitivas para una gran parte de aquellos ciudadanos.
En segundo lugar, las portadas. En muchos casos incorporaban caricaturas de los actores, autores o compositores responsables o que intervenían en la representación que tenía lugar más o menos simultáneamente a la publicación de la obra. De esta forma, se fue creando una rica galería de rostros de personajes vinculados al mundillo teatral, muchos de los cuales son hoy verdaderas leyendas: maría guerrero, margarita xirgu, lola membrives, milagros leal, ricardo calvo, los mesejo, emilio thuillier, carlos arniches, los quintero, muñoz seca, tomás bretón, el maestro serrano, romero y fernández shaw, etc.
En tercer lugar, la austeridad en el texto, que se comprime todo lo que se puede para tratar de que cada número ocupe el menor número de páginas posible. Ello lleva a emplear abreviaturas al comienzo de cada parlamento para designar a quien habla, que a la larga suele ser una dificultad añadida para el lector de cara a representarse mentalmente quién es el personaje que interviene.
En cuarto lugar, la dudosa calidad de gran parte de las obras publicadas, que -en esto hemos cambiado poco- solía obedecer más a criterios de oportunidad que de verdadero rigor artístico. Si hacemos un análisis profundo de la clase de teatro que se iba editando en las primeras décadas del pasado siglo, encontramos que junto a una minoría de piezas verdaderamente indiscutibles (de benavente, los quintero, azorín, etc.), hay demasiada paja como para que los lectores aficionados cayesen en la tentación de comprarlas con asiduidad. Y respecto de los clásicos, se presentaban retocados, mal adaptados, mutilados, hechos a medida de los gustos o las exigencias de la época. Lo mismo podría decirse de algunas obras de teatro extranjero (ibsen, d'annunzio, etc.), que se presentaban en traducciones no demasiado solventes.
Era aún la época del teatro en verso, aunque empezaba a imponerse también el escrito en prosa. Pero aún triunfaban los Villaespesa, Marquina, etc. frente a los Unamuno o Benavente. Y unas décadas en las que lo cómico, frívolo y superficial se imponía claramente sobre lo dramático.
No todas las colecciones tuvieron la misma singladura. Algunas pasaron con más pena que gloria, con apenas un centenar de títulos, y otras se prolongaron durante décadas, hasta alcanzar más de 700 números. Aquí pretendo recordar la mayor parte de ellas, incluso las publicadas en las postrimerías del siglo XX, aunque no siempre hay información suficiente respecto de su duración, contenido, fecha de estreno de las obras publicadas, etc.
Sed bienvenidos. Muy pronto el veneno del teatro empezará a hacer efecto.
Juan Ballester
Aunque el teatro en principio se concibe para ser visto o representado, es indudable que nadie puede asimilar todo lo que sube a las tablas, que a menudo además no alcanza los mínimos de calidad suficientes para trascender más allá de la época en que se estrenaban (a veces las obras se representaban una sola vez antes de caer en el olvido eterno). Y por el contrario, había otras piezas que, bien por tratarse de clásicos de siglos precedentes o de incuestionable valor (tanto españolas como extranjeras), merecían la gloria de ser conocidas por públicos de las generaciones posteriores, sin tener que esperar a que se representasen alguna vez. Eso, sin contar con que los actores y actrices que habían de asumir algún papel en las obras necesitaban un soporte físico con el que trabajar.
Es por ello que de forma regular y constante empiezan a surgir empresas de artes gráficas que apuestan por la literatura dramática, aunque sea empleando unos materiales (papel, tintas, etc) a menudo de poca calidad y poco aptos para resistir el paso del tiempo.
Todas las colecciones que van apareciendo, sobre todo hacia los años 20, presentan algunos elementos en común.
En primer lugar, la publicidad. Algo que a buen seguro a los consumidores de antaño no les haría mucha gracia pero que hoy nos resulta sumamente atractivo, porque sirve para conocer de forma indirecta las inquietudes, el modo de vida y hasta los gustos de aquella sociedad. Lo mismo anuncian en contraportadas o páginas interiores rudimentarios productos de belleza o soluciones para los callos, que bombillas, complejos vitamínicos, o por supuesto publicidad de otras revistas o publicaciones del propio editor. Como solían hacer mención al precio de lo que se anunciaba, sabemos también lo que costaban ciertos artículos: cifras que hoy nos parecen insignificantes, pero que en su momento serían prohibitivas para una gran parte de aquellos ciudadanos.
En segundo lugar, las portadas. En muchos casos incorporaban caricaturas de los actores, autores o compositores responsables o que intervenían en la representación que tenía lugar más o menos simultáneamente a la publicación de la obra. De esta forma, se fue creando una rica galería de rostros de personajes vinculados al mundillo teatral, muchos de los cuales son hoy verdaderas leyendas: maría guerrero, margarita xirgu, lola membrives, milagros leal, ricardo calvo, los mesejo, emilio thuillier, carlos arniches, los quintero, muñoz seca, tomás bretón, el maestro serrano, romero y fernández shaw, etc.
En tercer lugar, la austeridad en el texto, que se comprime todo lo que se puede para tratar de que cada número ocupe el menor número de páginas posible. Ello lleva a emplear abreviaturas al comienzo de cada parlamento para designar a quien habla, que a la larga suele ser una dificultad añadida para el lector de cara a representarse mentalmente quién es el personaje que interviene.
En cuarto lugar, la dudosa calidad de gran parte de las obras publicadas, que -en esto hemos cambiado poco- solía obedecer más a criterios de oportunidad que de verdadero rigor artístico. Si hacemos un análisis profundo de la clase de teatro que se iba editando en las primeras décadas del pasado siglo, encontramos que junto a una minoría de piezas verdaderamente indiscutibles (de benavente, los quintero, azorín, etc.), hay demasiada paja como para que los lectores aficionados cayesen en la tentación de comprarlas con asiduidad. Y respecto de los clásicos, se presentaban retocados, mal adaptados, mutilados, hechos a medida de los gustos o las exigencias de la época. Lo mismo podría decirse de algunas obras de teatro extranjero (ibsen, d'annunzio, etc.), que se presentaban en traducciones no demasiado solventes.
Era aún la época del teatro en verso, aunque empezaba a imponerse también el escrito en prosa. Pero aún triunfaban los Villaespesa, Marquina, etc. frente a los Unamuno o Benavente. Y unas décadas en las que lo cómico, frívolo y superficial se imponía claramente sobre lo dramático.
No todas las colecciones tuvieron la misma singladura. Algunas pasaron con más pena que gloria, con apenas un centenar de títulos, y otras se prolongaron durante décadas, hasta alcanzar más de 700 números. Aquí pretendo recordar la mayor parte de ellas, incluso las publicadas en las postrimerías del siglo XX, aunque no siempre hay información suficiente respecto de su duración, contenido, fecha de estreno de las obras publicadas, etc.
Sed bienvenidos. Muy pronto el veneno del teatro empezará a hacer efecto.
Juan Ballester
domingo, 7 de diciembre de 2008
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