ARTE ESCÉNICO
Introducción: Colección teatral aparecida en 1983 que de alguna manera entronca con la ya clásica "Teatro" de la editorial Escelicer, aunque sin poder llenar el irreemplazable hueco dejado por ésta, por ser la que comentamos mucho más modesta en cuanto a presentación y contenido.
Editorial. Imprenta. Dirección: Fue publicada por editorial Preyson, con su sede social en la calle Almirante nº 3 de Madrid, sin que en los ejemplares publicados se informe acerca del director de la colección.
Duración: Aparecieron 72 números repartidos durante tres años. También hay algunos números anteriores bajo la rúbrica de "Colección Arte escénico", que sin embargo no forman parte propiamente de la colección
Contenido: Como reza el propio lema o subtítulo de la colección, se trata de una "colección teatral de autores españoles", en el que tienen cabida algunos de los ya consagrados y que estaban bien representados en la colección "Teatro" (Alonso Millán, Salom, Muñiz), junto a algunos que empiezan a despuntar o se consagran definitivamente (Gala, Diosdado, Moncada, Rodriguez Méndez, etc.). También se publica algún título completamente absurdo para los tiempos que corren (José de Lucio, Adrián Ortega). Hay comedias y dramas con ligero predominio de las primeras.
Diseño: Tanto la primera presentación (aproximadamente los 20 primeros números) como la posterior, resultan estéticamente poco agraciadas y faltas de originalidad, debido quizá a la falta de medios o al cada vez menor tirón que el teatro de calidad despierta entre las generaciones actuales. Tampoco interiormente presenta aliciente alguno, aparte de no ofrecer información relativa a la propia colección.
Al menos es de agradecer que al frente de cada obra se inserten los créditos referentes a fecha de estreno, actores que encarnaron cada personaje y teatro en donde tuvo lugar.
Números publicados:
1.- Víctor RUIZ IRIARTE - Buenas noches, Sabina
2.- Juan MARGALLO - ¡Perdona a tu pueblo, Señor!
3.- Antonio GALA - Las cítaras colgadas de los árboles
4.- Ana DIOSDADO - Los comuneros
5.- Manuel MARTÍNEZ MEDIERO - El bebé furioso
6.- Santiago MONCADA - La muchacha sin retorno
7.- Juan José ALONSO MILLÁN - Compañero te doy
8.- Fernando DÍAZ-PLAJA - El español y los siete pecados capitales
9.- Torcuato LUCA DE TENA - Una visita inmoral o la hija de los embajadores
10.- Fernando QUIÑONES - El grito
11.- Antonio GALA - Noviembre y un poco de yerba
12.- Pedro Mario HERRERO - No le busques tres piernas al alcalde
13.- Jaime SALOM - El corto vuelo del gallo
14.- Hermógenes SÁINZ - La niña Piedad
15.- Alfonso PASO - Los sirvientes
16.- José Mª RODRÍGUEZ MENDEZ - Flor de otoño
17.- José Antonio GIMÉNEZ-ARNAU - Un hombre y dos retratos
18.- Julio MATHIAS - Casado de día, soltero de noche
19.- Antonio GALA - ¿Por qué corres, Ulises?
20.- José Luis ALONSO DE SANTOS - El álbum familiar
21.- Salvador ESPRIU - Otra Fedra, si gustáis
22.- José MARTÍN RECUERDA - Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipciaca
23.- Santiago MONCADA - Violines y trompetas
24.- Ana DIOSDADO -Y de Cachemira chales
25.- Ángel SIERRA - Alicia en el París de las maravillas
26.- Alfonso PASO - El cardo y la malva
27.- Pedro GIL PARADELA - El afán de cada noche
28.- Sigfrido BLASCO / Adrián ORTEGA - ¡Cuidado con el de los cuernos!
29.- Santiago MONCADA - Salvad a los delfines
30.- Julio MATHIAS - Un sastre a la medida
31.- Francisco ORS - Contradanza
32.- Carlos MUÑIZ - Tragicomedia del serenísimo príncipe Don Carlos
33.- Josep M. BENET - Motín de brujas
34.- Jaime SALOM - Historias íntimas del paraíso
35.- Pedro Mario HERRERO - Un día de libertad
36.- José Mª BELLIDO - Esquina a Velázquez
37.- Ángel SIERRA - Marta la mosca
38.- Santiago MONCADA - Vivamos hoy
39.- Juan José ALONSO MILLÁN - Los misterios de la carne
40.- Alfonso PASO - La zorra y el escorpión
41.- Emilio ROMERO - La Chocholila o El fin del mundo es jueves
42.- Manuel MARTÍNEZ MEDIERO - Juana del amor hermoso
43.- Julio MATHIAS - Prohibido seducir a los casados
44.- José María BELLIDO - El baño
45.- Juan José ALONSO MILLÁN - Sólo me desnudo delante del gato
46.- Santiago MONCADA - Dos al derecho, dos al revés
47.- Eduardo QUILES - El asalariado
48.- Ricardo LÓPEZ ARANDA - Isabel, reina de corazones
49.- Francisco ORS - El día de gloria
50.- José Luis MARTÍN DESCALZO - Las prostitutas os precederán en el reino de los cielos
51.- Lauro OLMO - La condecoración
52.- Carlos LLOPIS - La cigüeña dijo sí
53.- José María BELLIDO - Milagro en Londres
54.- Santiago MONCADA - Las tormentas no vuelven
55.- Jaime SALOM - Un hombre en la puerta
56.- Juan José ALONSO MILLÁN - El camino verde
57.- Benito PÉREZ GALDÓS - Casandra
58.- Juan Antonio CASTRO - Viva la Pepa
59.- Julio MATHIAS - Julieta tiene un desliz
60.- Alfonso VALLEJO - Orquídeas y panteras
61.- José MARTÍN RECUERDA - Las conversiones
62.- Rodolf SIRERA - El veneno del teatro
63.- Enrique BARIEGO - Camas separadas
64.- Santiago MONCADA - El hombre del atardecer
65.- Pedro Mario HERRERO - Balada de los tres inocentes
66.- Juan José ALONSO MILLÁN - Capullito de alhelí
67.- Alfonso PASO - No somos ni Romeo ni Julieta
68.- José de LUCIO - ¡Manda a tu madre a Sevilla!
69.- Santiago MONCADA - Las orejas del lobo
70.- Alfonso PASO - Ocho preguntas a un monarca
71.- Jaime SALOM - Culpables
72.- Eduardo QUILES - La navaja
Bienvenidos
La literatura teatral en España experimentó un auge con la llegada del siglo XX, coincidiendo con la expansión del libro como vehículo de difusión de la cultura. Junto a las publicaciones de poesía, de novela, de cuento, de actualidad o de información general, se fue desarrollando también una rica y no siempre bien estudiada bibliografía que recoge sobre el papel la actualidad de lo que tenía lugar sobre los escenarios.
Aunque el teatro en principio se concibe para ser visto o representado, es indudable que nadie puede asimilar todo lo que sube a las tablas, que a menudo además no alcanza los mínimos de calidad suficientes para trascender más allá de la época en que se estrenaban (a veces las obras se representaban una sola vez antes de caer en el olvido eterno). Y por el contrario, había otras piezas que, bien por tratarse de clásicos de siglos precedentes o de incuestionable valor (tanto españolas como extranjeras), merecían la gloria de ser conocidas por públicos de las generaciones posteriores, sin tener que esperar a que se representasen alguna vez. Eso, sin contar con que los actores y actrices que habían de asumir algún papel en las obras necesitaban un soporte físico con el que trabajar.
Es por ello que de forma regular y constante empiezan a surgir empresas de artes gráficas que apuestan por la literatura dramática, aunque sea empleando unos materiales (papel, tintas, etc) a menudo de poca calidad y poco aptos para resistir el paso del tiempo.
Todas las colecciones que van apareciendo, sobre todo hacia los años 20, presentan algunos elementos en común.
En primer lugar, la publicidad. Algo que a buen seguro a los consumidores de antaño no les haría mucha gracia pero que hoy nos resulta sumamente atractivo, porque sirve para conocer de forma indirecta las inquietudes, el modo de vida y hasta los gustos de aquella sociedad. Lo mismo anuncian en contraportadas o páginas interiores rudimentarios productos de belleza o soluciones para los callos, que bombillas, complejos vitamínicos, o por supuesto publicidad de otras revistas o publicaciones del propio editor. Como solían hacer mención al precio de lo que se anunciaba, sabemos también lo que costaban ciertos artículos: cifras que hoy nos parecen insignificantes, pero que en su momento serían prohibitivas para una gran parte de aquellos ciudadanos.
En segundo lugar, las portadas. En muchos casos incorporaban caricaturas de los actores, autores o compositores responsables o que intervenían en la representación que tenía lugar más o menos simultáneamente a la publicación de la obra. De esta forma, se fue creando una rica galería de rostros de personajes vinculados al mundillo teatral, muchos de los cuales son hoy verdaderas leyendas: maría guerrero, margarita xirgu, lola membrives, milagros leal, ricardo calvo, los mesejo, emilio thuillier, carlos arniches, los quintero, muñoz seca, tomás bretón, el maestro serrano, romero y fernández shaw, etc.
En tercer lugar, la austeridad en el texto, que se comprime todo lo que se puede para tratar de que cada número ocupe el menor número de páginas posible. Ello lleva a emplear abreviaturas al comienzo de cada parlamento para designar a quien habla, que a la larga suele ser una dificultad añadida para el lector de cara a representarse mentalmente quién es el personaje que interviene.
En cuarto lugar, la dudosa calidad de gran parte de las obras publicadas, que -en esto hemos cambiado poco- solía obedecer más a criterios de oportunidad que de verdadero rigor artístico. Si hacemos un análisis profundo de la clase de teatro que se iba editando en las primeras décadas del pasado siglo, encontramos que junto a una minoría de piezas verdaderamente indiscutibles (de benavente, los quintero, azorín, etc.), hay demasiada paja como para que los lectores aficionados cayesen en la tentación de comprarlas con asiduidad. Y respecto de los clásicos, se presentaban retocados, mal adaptados, mutilados, hechos a medida de los gustos o las exigencias de la época. Lo mismo podría decirse de algunas obras de teatro extranjero (ibsen, d'annunzio, etc.), que se presentaban en traducciones no demasiado solventes.
Era aún la época del teatro en verso, aunque empezaba a imponerse también el escrito en prosa. Pero aún triunfaban los Villaespesa, Marquina, etc. frente a los Unamuno o Benavente. Y unas décadas en las que lo cómico, frívolo y superficial se imponía claramente sobre lo dramático.
No todas las colecciones tuvieron la misma singladura. Algunas pasaron con más pena que gloria, con apenas un centenar de títulos, y otras se prolongaron durante décadas, hasta alcanzar más de 700 números. Aquí pretendo recordar la mayor parte de ellas, incluso las publicadas en las postrimerías del siglo XX, aunque no siempre hay información suficiente respecto de su duración, contenido, fecha de estreno de las obras publicadas, etc.
Sed bienvenidos. Muy pronto el veneno del teatro empezará a hacer efecto.
Juan Ballester
Aunque el teatro en principio se concibe para ser visto o representado, es indudable que nadie puede asimilar todo lo que sube a las tablas, que a menudo además no alcanza los mínimos de calidad suficientes para trascender más allá de la época en que se estrenaban (a veces las obras se representaban una sola vez antes de caer en el olvido eterno). Y por el contrario, había otras piezas que, bien por tratarse de clásicos de siglos precedentes o de incuestionable valor (tanto españolas como extranjeras), merecían la gloria de ser conocidas por públicos de las generaciones posteriores, sin tener que esperar a que se representasen alguna vez. Eso, sin contar con que los actores y actrices que habían de asumir algún papel en las obras necesitaban un soporte físico con el que trabajar.
Es por ello que de forma regular y constante empiezan a surgir empresas de artes gráficas que apuestan por la literatura dramática, aunque sea empleando unos materiales (papel, tintas, etc) a menudo de poca calidad y poco aptos para resistir el paso del tiempo.
Todas las colecciones que van apareciendo, sobre todo hacia los años 20, presentan algunos elementos en común.
En primer lugar, la publicidad. Algo que a buen seguro a los consumidores de antaño no les haría mucha gracia pero que hoy nos resulta sumamente atractivo, porque sirve para conocer de forma indirecta las inquietudes, el modo de vida y hasta los gustos de aquella sociedad. Lo mismo anuncian en contraportadas o páginas interiores rudimentarios productos de belleza o soluciones para los callos, que bombillas, complejos vitamínicos, o por supuesto publicidad de otras revistas o publicaciones del propio editor. Como solían hacer mención al precio de lo que se anunciaba, sabemos también lo que costaban ciertos artículos: cifras que hoy nos parecen insignificantes, pero que en su momento serían prohibitivas para una gran parte de aquellos ciudadanos.
En segundo lugar, las portadas. En muchos casos incorporaban caricaturas de los actores, autores o compositores responsables o que intervenían en la representación que tenía lugar más o menos simultáneamente a la publicación de la obra. De esta forma, se fue creando una rica galería de rostros de personajes vinculados al mundillo teatral, muchos de los cuales son hoy verdaderas leyendas: maría guerrero, margarita xirgu, lola membrives, milagros leal, ricardo calvo, los mesejo, emilio thuillier, carlos arniches, los quintero, muñoz seca, tomás bretón, el maestro serrano, romero y fernández shaw, etc.
En tercer lugar, la austeridad en el texto, que se comprime todo lo que se puede para tratar de que cada número ocupe el menor número de páginas posible. Ello lleva a emplear abreviaturas al comienzo de cada parlamento para designar a quien habla, que a la larga suele ser una dificultad añadida para el lector de cara a representarse mentalmente quién es el personaje que interviene.
En cuarto lugar, la dudosa calidad de gran parte de las obras publicadas, que -en esto hemos cambiado poco- solía obedecer más a criterios de oportunidad que de verdadero rigor artístico. Si hacemos un análisis profundo de la clase de teatro que se iba editando en las primeras décadas del pasado siglo, encontramos que junto a una minoría de piezas verdaderamente indiscutibles (de benavente, los quintero, azorín, etc.), hay demasiada paja como para que los lectores aficionados cayesen en la tentación de comprarlas con asiduidad. Y respecto de los clásicos, se presentaban retocados, mal adaptados, mutilados, hechos a medida de los gustos o las exigencias de la época. Lo mismo podría decirse de algunas obras de teatro extranjero (ibsen, d'annunzio, etc.), que se presentaban en traducciones no demasiado solventes.
Era aún la época del teatro en verso, aunque empezaba a imponerse también el escrito en prosa. Pero aún triunfaban los Villaespesa, Marquina, etc. frente a los Unamuno o Benavente. Y unas décadas en las que lo cómico, frívolo y superficial se imponía claramente sobre lo dramático.
No todas las colecciones tuvieron la misma singladura. Algunas pasaron con más pena que gloria, con apenas un centenar de títulos, y otras se prolongaron durante décadas, hasta alcanzar más de 700 números. Aquí pretendo recordar la mayor parte de ellas, incluso las publicadas en las postrimerías del siglo XX, aunque no siempre hay información suficiente respecto de su duración, contenido, fecha de estreno de las obras publicadas, etc.
Sed bienvenidos. Muy pronto el veneno del teatro empezará a hacer efecto.
Juan Ballester
sábado, 6 de diciembre de 2008
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