BIBLIOTECA ANTONIO MACHADO DE TEATRO
Introducción: Se trata de una colección teatral de autores españoles patrocinada por la Sociedad General de Autores de España con el objetivo fundamental de difundir y testimoniar el repertorio dramático español.
Periodicidad y duración: Comienza a publicarse en 1986, durante aproximadamente tres años, aunque posteriormente, ya en la década de los 90, la colección reaparece publicada por Editorial Visor, con idéntico diseño exterior.
Dirección, Redacción e Imprenta: La sede social estaba en la c/ Tomás Bretón nº 55 (Madrid), y los ejemplares se confeccionaban en Gráficas Muriel (Getafe – Madrid).
Diseño: Unitario para todos los números: la cubierta, diseñada por Alberto Corazón, consiste en un fondo de color granito con un espacio para el título de la obra y el autor. Interiormente está bastante bien cuidada en sus aspectos estéticos, y en algunos números se informa en las últimas páginas de la relación de volúmenes publicados.
Contenido: Al comienzo suelen incorporar una nota con datos biográficos de los respectivos autores, antecríticas, relación de personajes y actores que los encarnaron, fecha del estreno, en su caso, etc.
Las obras elegidas son de autores españoles y estrictamente contemporáneas, con contadísimas excepciones (por ejemplo, García Lorca). A veces son de piezas escritas en catalán, convenientemente traducidas al castellano.
Números publicados:
1.- Juan José ALONSO MILLÁN - Revistas del corazón
2.- Manuel BAZ - El lío nuestro de cada día
3.- Antonio GALA - Samarkanda
4.- Francisco ORS - Viento de Europa
5.- Lauro OLMO - Pablo Iglesias
6.- Francisco MELGARES - Anselmo B.
7.- Alfonso SASTRE - La taberna fantástica
8.- José Luis ALONSO de SANTOS - Bajarse al moro
9.- José Luis ALONSO de SANTOS - La estanquera de Vallecas
10.- Fernando FERNÁN GÓMEZ - La coartada
11.- Lauro OLMO / Pilar ENCISO - Teatro infantil I
12.- José Luis ALONSO de SANTOS - La última pirueta
13.- Juan José ALONSO MILLÁN - Tratamiento de choque
14.- Paloma PEDRERO - La llamada de Lauren...
15.- Lauro OLMO / Pilar ENCISO - Teatro infantil II
16.- Antonio GALA - El hotelito
17.- Santiago MONCADA - ¿Qué tal, cariño?
18.- José LÓPEZ RUBIO - La puerta del ángel
19.- Miguel SIERRA - Lejos del paraíso
20.- Juan José ALONSO MILLÁN - Damas, señoras, mujeres
21.- Jorge DÍAZ - Ayer, sin ir más lejos
22.- Luis GARCÍA MATILLA / Jerónimo LÓPEZ MOZO - Como reses
23.- Alfonso VALLEJO - A tumba abierta
24.- Marcial SUÁREZ - Dios está lejos
25.- Teófilo CALLE - Las cometas
26.- Mª Manuela REINA - La libertad esclava
27.- Mª Manuela REINA - El pasajero de la noche
28.- José Luis ALONSO de SANTOS - Fuera de quicio
29.- Ana DIOSDADO - Cuplé
30.- Rafael MENDIZÁBAL - Mi tía y sus cosas
31.- Jaime SALOM - Una hora sin televisión
32.- Federico GARCÍA LORCA - El público
33.- Adrián ORTEGA / Sigfrido BLASCO - El tonto es un sabio
34.- Juan José ALONSO MILLÁN - Golfos de cinco estrellas
35.- Francisco NIEVA - Te quiero, zorra
36.- Paloma PEDRERO - El color de agosto
37.- Ernesto CABALLERO - Squash
38.- Ana DIOSDADO - Camino de plata
39.- Santiago MONCADA - Entre mujeres
40 - Ana DIOSDADO - Los ochenta son nuestros
41.- Juan MARGALLO / Petra MARTÍNEZ - La mujer burbuja
42.- Juan José ALONSO MILLÁN - Cuéntalo tú, que tienes más gracia
43.- José Luis ALONSO de SANTOS - Pares y Nines
44.- Rafael MENDIZÁBAL - Mala hierba
45.- Mª Manuela REINA - La cinta dorada
46.- Mª Manuela REINA - Alta seducción
47.- Maribel LÁZARO - La fosa
48.- Isabel HIDALGO - Todas hijas de su madre
49.- Josep Mª BENET - Hª del virtuoso caballero Tirant lo Blanc
50.- Salvador TAVORA - Alhucema
51.- Paloma PEDRERO - Invierno de luna alegre
52.- Santiago PAREDES - Una farola en el salón
53.- Dionís BAYER - Dioses nocturnos
54.- Alfonso ARMADA - La edad de oro de los perros / Sin Maldita Esperanza
55.- Elvira LINDO - La ley de la Selva
56.- Josep Mª BONET - Testamento
57.- Ernesto CABALLERO - Nostalgia del agua / Quinteto de Calcuta
58.- José Ramón FERNÁNDEZ - Palabras acerca de la guerra
59.- Luis P. LÁZARO - El culebrón portátil. Soy de España
60.- Jerónimo LÓPEZ MOZO - Eloídes
61.- Luis ARAUJO - Vanzetti
62.- Domingo MIRAS - El doctor Torralba
63.- Jorge MÁRQUEZ - La tuerta suerte de Perico Galápago
64.- Juan de LAZARANDA - Vinagre de Jerez
65.- Borja ORTIZ de GONDRA - Metropolitano. ¿Dos?
66.- Juan MAYORGA - Más ceniza
67.- Juan de LAZARANDA - Mariameneo-Mariameneo
68.- Sergi BELBEL - Morir
69.- José SANCHÍS SINISTERRA - Los figurantes
70.- Ignacio GARCÍA MAY - El Dios tortuga
71.- Jesús CAMPOS GARCÍA - Matrimonio de un autor teatral con la Junta de Censura
72.- José SANCHÍS SINISTERRA - Pervertimiento y otros gestos para nada
73.- Manuel VEIGA JIMÉNEZ: Jar (Carmen Amaya en el recuerdo)
74.- Yolanda PALLÍN - Los motivos de Anselmo Fuertes
75.- Rafael DUMET - Números reales
76.- Jesús CAMPOS GARCÍA - En un nicho amueblado
77.- Francisco SANGUINO / Rafael GONZÁLEZ - Creo en Dios
78.- Luis Mª GARCÍA - Destino de un Idiota
79.- Fernando MARTÍN INIESTA - El ramo de flores
80.- Daniel SARASOLA - El inquilino
81.- Alfonso ARMADA - La balsa de la Medusa / Carmencita jugando / Tres piezas mínimas
82.- Alfonso VALLEJO - Kora
83.- Francisco José SANGUINO - El urinario
Bienvenidos
La literatura teatral en España experimentó un auge con la llegada del siglo XX, coincidiendo con la expansión del libro como vehículo de difusión de la cultura. Junto a las publicaciones de poesía, de novela, de cuento, de actualidad o de información general, se fue desarrollando también una rica y no siempre bien estudiada bibliografía que recoge sobre el papel la actualidad de lo que tenía lugar sobre los escenarios.
Aunque el teatro en principio se concibe para ser visto o representado, es indudable que nadie puede asimilar todo lo que sube a las tablas, que a menudo además no alcanza los mínimos de calidad suficientes para trascender más allá de la época en que se estrenaban (a veces las obras se representaban una sola vez antes de caer en el olvido eterno). Y por el contrario, había otras piezas que, bien por tratarse de clásicos de siglos precedentes o de incuestionable valor (tanto españolas como extranjeras), merecían la gloria de ser conocidas por públicos de las generaciones posteriores, sin tener que esperar a que se representasen alguna vez. Eso, sin contar con que los actores y actrices que habían de asumir algún papel en las obras necesitaban un soporte físico con el que trabajar.
Es por ello que de forma regular y constante empiezan a surgir empresas de artes gráficas que apuestan por la literatura dramática, aunque sea empleando unos materiales (papel, tintas, etc) a menudo de poca calidad y poco aptos para resistir el paso del tiempo.
Todas las colecciones que van apareciendo, sobre todo hacia los años 20, presentan algunos elementos en común.
En primer lugar, la publicidad. Algo que a buen seguro a los consumidores de antaño no les haría mucha gracia pero que hoy nos resulta sumamente atractivo, porque sirve para conocer de forma indirecta las inquietudes, el modo de vida y hasta los gustos de aquella sociedad. Lo mismo anuncian en contraportadas o páginas interiores rudimentarios productos de belleza o soluciones para los callos, que bombillas, complejos vitamínicos, o por supuesto publicidad de otras revistas o publicaciones del propio editor. Como solían hacer mención al precio de lo que se anunciaba, sabemos también lo que costaban ciertos artículos: cifras que hoy nos parecen insignificantes, pero que en su momento serían prohibitivas para una gran parte de aquellos ciudadanos.
En segundo lugar, las portadas. En muchos casos incorporaban caricaturas de los actores, autores o compositores responsables o que intervenían en la representación que tenía lugar más o menos simultáneamente a la publicación de la obra. De esta forma, se fue creando una rica galería de rostros de personajes vinculados al mundillo teatral, muchos de los cuales son hoy verdaderas leyendas: maría guerrero, margarita xirgu, lola membrives, milagros leal, ricardo calvo, los mesejo, emilio thuillier, carlos arniches, los quintero, muñoz seca, tomás bretón, el maestro serrano, romero y fernández shaw, etc.
En tercer lugar, la austeridad en el texto, que se comprime todo lo que se puede para tratar de que cada número ocupe el menor número de páginas posible. Ello lleva a emplear abreviaturas al comienzo de cada parlamento para designar a quien habla, que a la larga suele ser una dificultad añadida para el lector de cara a representarse mentalmente quién es el personaje que interviene.
En cuarto lugar, la dudosa calidad de gran parte de las obras publicadas, que -en esto hemos cambiado poco- solía obedecer más a criterios de oportunidad que de verdadero rigor artístico. Si hacemos un análisis profundo de la clase de teatro que se iba editando en las primeras décadas del pasado siglo, encontramos que junto a una minoría de piezas verdaderamente indiscutibles (de benavente, los quintero, azorín, etc.), hay demasiada paja como para que los lectores aficionados cayesen en la tentación de comprarlas con asiduidad. Y respecto de los clásicos, se presentaban retocados, mal adaptados, mutilados, hechos a medida de los gustos o las exigencias de la época. Lo mismo podría decirse de algunas obras de teatro extranjero (ibsen, d'annunzio, etc.), que se presentaban en traducciones no demasiado solventes.
Era aún la época del teatro en verso, aunque empezaba a imponerse también el escrito en prosa. Pero aún triunfaban los Villaespesa, Marquina, etc. frente a los Unamuno o Benavente. Y unas décadas en las que lo cómico, frívolo y superficial se imponía claramente sobre lo dramático.
No todas las colecciones tuvieron la misma singladura. Algunas pasaron con más pena que gloria, con apenas un centenar de títulos, y otras se prolongaron durante décadas, hasta alcanzar más de 700 números. Aquí pretendo recordar la mayor parte de ellas, incluso las publicadas en las postrimerías del siglo XX, aunque no siempre hay información suficiente respecto de su duración, contenido, fecha de estreno de las obras publicadas, etc.
Sed bienvenidos. Muy pronto el veneno del teatro empezará a hacer efecto.
Juan Ballester
Aunque el teatro en principio se concibe para ser visto o representado, es indudable que nadie puede asimilar todo lo que sube a las tablas, que a menudo además no alcanza los mínimos de calidad suficientes para trascender más allá de la época en que se estrenaban (a veces las obras se representaban una sola vez antes de caer en el olvido eterno). Y por el contrario, había otras piezas que, bien por tratarse de clásicos de siglos precedentes o de incuestionable valor (tanto españolas como extranjeras), merecían la gloria de ser conocidas por públicos de las generaciones posteriores, sin tener que esperar a que se representasen alguna vez. Eso, sin contar con que los actores y actrices que habían de asumir algún papel en las obras necesitaban un soporte físico con el que trabajar.
Es por ello que de forma regular y constante empiezan a surgir empresas de artes gráficas que apuestan por la literatura dramática, aunque sea empleando unos materiales (papel, tintas, etc) a menudo de poca calidad y poco aptos para resistir el paso del tiempo.
Todas las colecciones que van apareciendo, sobre todo hacia los años 20, presentan algunos elementos en común.
En primer lugar, la publicidad. Algo que a buen seguro a los consumidores de antaño no les haría mucha gracia pero que hoy nos resulta sumamente atractivo, porque sirve para conocer de forma indirecta las inquietudes, el modo de vida y hasta los gustos de aquella sociedad. Lo mismo anuncian en contraportadas o páginas interiores rudimentarios productos de belleza o soluciones para los callos, que bombillas, complejos vitamínicos, o por supuesto publicidad de otras revistas o publicaciones del propio editor. Como solían hacer mención al precio de lo que se anunciaba, sabemos también lo que costaban ciertos artículos: cifras que hoy nos parecen insignificantes, pero que en su momento serían prohibitivas para una gran parte de aquellos ciudadanos.
En segundo lugar, las portadas. En muchos casos incorporaban caricaturas de los actores, autores o compositores responsables o que intervenían en la representación que tenía lugar más o menos simultáneamente a la publicación de la obra. De esta forma, se fue creando una rica galería de rostros de personajes vinculados al mundillo teatral, muchos de los cuales son hoy verdaderas leyendas: maría guerrero, margarita xirgu, lola membrives, milagros leal, ricardo calvo, los mesejo, emilio thuillier, carlos arniches, los quintero, muñoz seca, tomás bretón, el maestro serrano, romero y fernández shaw, etc.
En tercer lugar, la austeridad en el texto, que se comprime todo lo que se puede para tratar de que cada número ocupe el menor número de páginas posible. Ello lleva a emplear abreviaturas al comienzo de cada parlamento para designar a quien habla, que a la larga suele ser una dificultad añadida para el lector de cara a representarse mentalmente quién es el personaje que interviene.
En cuarto lugar, la dudosa calidad de gran parte de las obras publicadas, que -en esto hemos cambiado poco- solía obedecer más a criterios de oportunidad que de verdadero rigor artístico. Si hacemos un análisis profundo de la clase de teatro que se iba editando en las primeras décadas del pasado siglo, encontramos que junto a una minoría de piezas verdaderamente indiscutibles (de benavente, los quintero, azorín, etc.), hay demasiada paja como para que los lectores aficionados cayesen en la tentación de comprarlas con asiduidad. Y respecto de los clásicos, se presentaban retocados, mal adaptados, mutilados, hechos a medida de los gustos o las exigencias de la época. Lo mismo podría decirse de algunas obras de teatro extranjero (ibsen, d'annunzio, etc.), que se presentaban en traducciones no demasiado solventes.
Era aún la época del teatro en verso, aunque empezaba a imponerse también el escrito en prosa. Pero aún triunfaban los Villaespesa, Marquina, etc. frente a los Unamuno o Benavente. Y unas décadas en las que lo cómico, frívolo y superficial se imponía claramente sobre lo dramático.
No todas las colecciones tuvieron la misma singladura. Algunas pasaron con más pena que gloria, con apenas un centenar de títulos, y otras se prolongaron durante décadas, hasta alcanzar más de 700 números. Aquí pretendo recordar la mayor parte de ellas, incluso las publicadas en las postrimerías del siglo XX, aunque no siempre hay información suficiente respecto de su duración, contenido, fecha de estreno de las obras publicadas, etc.
Sed bienvenidos. Muy pronto el veneno del teatro empezará a hacer efecto.
Juan Ballester
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