LA ESCENA
Periodicidad y duración: Quincenal desde 1941. El primer número apareció el 1 de abril de 1941, y el último el 1 de diciembre de 1944.
Director: Arturo Guasch-Spick.
Redacción e imprenta: Las oficinas se encontraban en la calle Urgell 155 de Barcelona, y se elaboraban en la Tipografía Artística Solivellas (Barcelona) y más tarde en T. G. Iranzo.
Contenido: Repertorio mayoritariamente cómico y nacional. Los autores más representados en la colección son Arniches, Leandro Navarro, Adolfo Torrado, Antonio Paso, etc. Solamente en un caso los autores son extranjeros (argentinos).
Diseño: Fondo de portada rojo con el nombre de la colección verticalmente a la izquierda. Cada uno de los ejemplares presenta una viñeta con una escena alusiva al contenido de la obra.
Dimensiones: 11,5 x 16 cm.
Números publicados:
1.- Pedro MUÑOZ SECA / Rafael LÓPEZ DE HARO - Poca cosa es un hombre
2.- Antonio LÓPEZ MONÍS / Ramón PEÑA - En mi casa mando yo
3.- Enrique SUÁREZ DE DEZA - Lady Amarilla
4.- Ricardo ALPUENTE - Los vejestorios
5.- José FELIÚ Y CODINA - La Dolores
6.- Antonio y Manuel PASO - Un hijo, dos hijos, tres hijos...
7.- Leandro NAVARRO - La Morocha
8.- Valentín MORAGAS - Mañana, el amor
9.- Antonio LÓPEZ MONÍS / Ramón PEÑA - Este hombre me gusta
10.- Adolfo LOZANO BORROY - Pedro I, modesto criado
11.- Carlos ARNICHES - La casa de Quirós
12.- José CASTELLÓN / Francisco GIL DE SOLA - El derecho de los hijos
13.- Carlos LLOPIS - Cuando el hijo de Fulano... es el hijo de Mengano
14.- Antonio y Manuel PASO - ¡Qué lástima de hombre!
15.- Ricardo ALPUENTE - Paréntesis
16.- Enrique JARDIEL PONCELA - Eloísa está debajo de un almendro
17.- Antonio MONSELL / José María PIERRÁ - ¡Vámonos pa Cai!
18.- Antonio PASO (hijo) / Emilio SÁEZ - ¡Qué solo me dejas!
19.- Luis MOLERO MASSA - ¡Dinero!, ¡¡Dinero!!
20.- "K-Hito" - El faraón décimonono
21.- Adolfo TORRADO - Siete mujeres
22.- Carlos ARNICHES - Para ti es el mundo
23.- Antonio PASO / S. MARTÍNEZ CUENCA - Su desconsolada esposa
24.- Carlos ARNICHES - La chica del gato
25.- José MORANTE BORRÁS - El misterio de la Parrala
26.- Rafael LÓPEZ DE HARO - Una conquista difícil
27.- Domingo de FUENMAYOR / José LÓPEZ DOLS – Una provinciana en Madrid
28.- Ricardo ALPUENTE - Jacinta Beltrán
29.- Antonio PASO / Emilio GONZÁLEZ DEL TORO – Las mujeres de Zorrilla
30.- José Mª PEMÁN - La danza de los velos
31.- Adolfo TORRADO / Leandro NAVARRO - Los pellizcos
32.- Salvador SOLER MARÍ - ¡Ella... siempre!
33.- José FELIÚ Y CODINA - Un libro viejo
34.- Camilo DARTHES / Carlos DAMEL - Los chicos crecen
35.- Luis MOLERO MASSA - No lo creo
36.- Carlos ARNICHES - La diosa ríe
37.- Vicente MARCO RIVAS / Vicente MARCO BADENES - ¡Que no lo sepa mi tía!
38.- Leandro NAVARRO / Adolfo TORRADO - La mujer que se vendió
39.- Antonio CASAS BRICIO / José MÉNDEZ HERRERA - Una visita en la noche
40.- Carlos ARNICHES - La locura de don Juan
41.- Antonio PASO / Ricardo GONZÁLEZ DEL TORO - La pura verdad
42.- Leandro NAVARRO / Adolfo TORRADO - Dueña y señora
43.- José FELIÚ Y CODINA - María del Carmen
44.- Leandro NAVARRO / Adolfo TORRADO - Los hijos de la noche
45.- Antonio LÓPEZ MONÍS - Casta y Susana
46.- Leocadfio MEJÍAS - Sr. Clown
47.- Antonio CASAS BRICIO / Ricardo ALPUENTE - Oropel
48.- Joaquín ROMERO MARCHENT / Juan LÓPEZ DE LA HERA - Es un hombre de miedo
49.- Luis MOLERO MASSA - Ella, él y un pobre hombre
50.- Rafael LÓPEZ DE HARO - La voz del silencio
51.- José SOLER PERIS - Los estudiantes
52.- Augusto MARTÍNEZ OLMEDILLA - La mano de Alicia
53.- Luis MOLERO MASSA - Una mujer muy siglo XX
54.- Carlos ARNICHES - La cruz de Pepita
55.- Antonio PASO hijo / Antonio de ARMENTERAS - ¡Haz el favor de morirte!
56.- Luis FERNÁNDEZ de SEVILLA / Juan LÓPEZ de la HERA - Tu mejor amigo
57.- Rafael LÓPEZ DE HARO - Sencillamente
58.- Leandro NAVARRO - Las colegialas
59.- Vicente de L'HOTELLERIE - El enemigo público nº 88
60.- Andrés de PRADA - Rosas de pasión
61.- Ricardo ALPUENTE - Isikari
62.- Antonio CASAS BRICIO / MÉNDEZ HERRERA - Con viento de proa
63.- Carlos ARNICHES - ¡Mecachis, qué guapo soy!
64.- Rafael PÉREZ Y PÉREZ - Doña Sol
65.- Vicente de L'HOTELLERIE - Don Ángel Caído
66.- Carlos ORELLANA - Salam (La paz sea contigo)
67.- Fred GALIANA / Arturo GUASCH - La llama en el viento
68.- Luisa Mª LINARES / Daniel ESPAÑA - Un marido a precio fijo
69.- Guillermo de CÓRDOBA - Un Tenorio siglo XX
70.- Luisa Mª LINARES / Daniel ESPAÑA - Doce lunas de miel
71.- Aurelio TEJEDOR - Cumbres borrascosas
Bienvenidos
La literatura teatral en España experimentó un auge con la llegada del siglo XX, coincidiendo con la expansión del libro como vehículo de difusión de la cultura. Junto a las publicaciones de poesía, de novela, de cuento, de actualidad o de información general, se fue desarrollando también una rica y no siempre bien estudiada bibliografía que recoge sobre el papel la actualidad de lo que tenía lugar sobre los escenarios.
Aunque el teatro en principio se concibe para ser visto o representado, es indudable que nadie puede asimilar todo lo que sube a las tablas, que a menudo además no alcanza los mínimos de calidad suficientes para trascender más allá de la época en que se estrenaban (a veces las obras se representaban una sola vez antes de caer en el olvido eterno). Y por el contrario, había otras piezas que, bien por tratarse de clásicos de siglos precedentes o de incuestionable valor (tanto españolas como extranjeras), merecían la gloria de ser conocidas por públicos de las generaciones posteriores, sin tener que esperar a que se representasen alguna vez. Eso, sin contar con que los actores y actrices que habían de asumir algún papel en las obras necesitaban un soporte físico con el que trabajar.
Es por ello que de forma regular y constante empiezan a surgir empresas de artes gráficas que apuestan por la literatura dramática, aunque sea empleando unos materiales (papel, tintas, etc) a menudo de poca calidad y poco aptos para resistir el paso del tiempo.
Todas las colecciones que van apareciendo, sobre todo hacia los años 20, presentan algunos elementos en común.
En primer lugar, la publicidad. Algo que a buen seguro a los consumidores de antaño no les haría mucha gracia pero que hoy nos resulta sumamente atractivo, porque sirve para conocer de forma indirecta las inquietudes, el modo de vida y hasta los gustos de aquella sociedad. Lo mismo anuncian en contraportadas o páginas interiores rudimentarios productos de belleza o soluciones para los callos, que bombillas, complejos vitamínicos, o por supuesto publicidad de otras revistas o publicaciones del propio editor. Como solían hacer mención al precio de lo que se anunciaba, sabemos también lo que costaban ciertos artículos: cifras que hoy nos parecen insignificantes, pero que en su momento serían prohibitivas para una gran parte de aquellos ciudadanos.
En segundo lugar, las portadas. En muchos casos incorporaban caricaturas de los actores, autores o compositores responsables o que intervenían en la representación que tenía lugar más o menos simultáneamente a la publicación de la obra. De esta forma, se fue creando una rica galería de rostros de personajes vinculados al mundillo teatral, muchos de los cuales son hoy verdaderas leyendas: maría guerrero, margarita xirgu, lola membrives, milagros leal, ricardo calvo, los mesejo, emilio thuillier, carlos arniches, los quintero, muñoz seca, tomás bretón, el maestro serrano, romero y fernández shaw, etc.
En tercer lugar, la austeridad en el texto, que se comprime todo lo que se puede para tratar de que cada número ocupe el menor número de páginas posible. Ello lleva a emplear abreviaturas al comienzo de cada parlamento para designar a quien habla, que a la larga suele ser una dificultad añadida para el lector de cara a representarse mentalmente quién es el personaje que interviene.
En cuarto lugar, la dudosa calidad de gran parte de las obras publicadas, que -en esto hemos cambiado poco- solía obedecer más a criterios de oportunidad que de verdadero rigor artístico. Si hacemos un análisis profundo de la clase de teatro que se iba editando en las primeras décadas del pasado siglo, encontramos que junto a una minoría de piezas verdaderamente indiscutibles (de benavente, los quintero, azorín, etc.), hay demasiada paja como para que los lectores aficionados cayesen en la tentación de comprarlas con asiduidad. Y respecto de los clásicos, se presentaban retocados, mal adaptados, mutilados, hechos a medida de los gustos o las exigencias de la época. Lo mismo podría decirse de algunas obras de teatro extranjero (ibsen, d'annunzio, etc.), que se presentaban en traducciones no demasiado solventes.
Era aún la época del teatro en verso, aunque empezaba a imponerse también el escrito en prosa. Pero aún triunfaban los Villaespesa, Marquina, etc. frente a los Unamuno o Benavente. Y unas décadas en las que lo cómico, frívolo y superficial se imponía claramente sobre lo dramático.
No todas las colecciones tuvieron la misma singladura. Algunas pasaron con más pena que gloria, con apenas un centenar de títulos, y otras se prolongaron durante décadas, hasta alcanzar más de 700 números. Aquí pretendo recordar la mayor parte de ellas, incluso las publicadas en las postrimerías del siglo XX, aunque no siempre hay información suficiente respecto de su duración, contenido, fecha de estreno de las obras publicadas, etc.
Sed bienvenidos. Muy pronto el veneno del teatro empezará a hacer efecto.
Juan Ballester
Aunque el teatro en principio se concibe para ser visto o representado, es indudable que nadie puede asimilar todo lo que sube a las tablas, que a menudo además no alcanza los mínimos de calidad suficientes para trascender más allá de la época en que se estrenaban (a veces las obras se representaban una sola vez antes de caer en el olvido eterno). Y por el contrario, había otras piezas que, bien por tratarse de clásicos de siglos precedentes o de incuestionable valor (tanto españolas como extranjeras), merecían la gloria de ser conocidas por públicos de las generaciones posteriores, sin tener que esperar a que se representasen alguna vez. Eso, sin contar con que los actores y actrices que habían de asumir algún papel en las obras necesitaban un soporte físico con el que trabajar.
Es por ello que de forma regular y constante empiezan a surgir empresas de artes gráficas que apuestan por la literatura dramática, aunque sea empleando unos materiales (papel, tintas, etc) a menudo de poca calidad y poco aptos para resistir el paso del tiempo.
Todas las colecciones que van apareciendo, sobre todo hacia los años 20, presentan algunos elementos en común.
En primer lugar, la publicidad. Algo que a buen seguro a los consumidores de antaño no les haría mucha gracia pero que hoy nos resulta sumamente atractivo, porque sirve para conocer de forma indirecta las inquietudes, el modo de vida y hasta los gustos de aquella sociedad. Lo mismo anuncian en contraportadas o páginas interiores rudimentarios productos de belleza o soluciones para los callos, que bombillas, complejos vitamínicos, o por supuesto publicidad de otras revistas o publicaciones del propio editor. Como solían hacer mención al precio de lo que se anunciaba, sabemos también lo que costaban ciertos artículos: cifras que hoy nos parecen insignificantes, pero que en su momento serían prohibitivas para una gran parte de aquellos ciudadanos.
En segundo lugar, las portadas. En muchos casos incorporaban caricaturas de los actores, autores o compositores responsables o que intervenían en la representación que tenía lugar más o menos simultáneamente a la publicación de la obra. De esta forma, se fue creando una rica galería de rostros de personajes vinculados al mundillo teatral, muchos de los cuales son hoy verdaderas leyendas: maría guerrero, margarita xirgu, lola membrives, milagros leal, ricardo calvo, los mesejo, emilio thuillier, carlos arniches, los quintero, muñoz seca, tomás bretón, el maestro serrano, romero y fernández shaw, etc.
En tercer lugar, la austeridad en el texto, que se comprime todo lo que se puede para tratar de que cada número ocupe el menor número de páginas posible. Ello lleva a emplear abreviaturas al comienzo de cada parlamento para designar a quien habla, que a la larga suele ser una dificultad añadida para el lector de cara a representarse mentalmente quién es el personaje que interviene.
En cuarto lugar, la dudosa calidad de gran parte de las obras publicadas, que -en esto hemos cambiado poco- solía obedecer más a criterios de oportunidad que de verdadero rigor artístico. Si hacemos un análisis profundo de la clase de teatro que se iba editando en las primeras décadas del pasado siglo, encontramos que junto a una minoría de piezas verdaderamente indiscutibles (de benavente, los quintero, azorín, etc.), hay demasiada paja como para que los lectores aficionados cayesen en la tentación de comprarlas con asiduidad. Y respecto de los clásicos, se presentaban retocados, mal adaptados, mutilados, hechos a medida de los gustos o las exigencias de la época. Lo mismo podría decirse de algunas obras de teatro extranjero (ibsen, d'annunzio, etc.), que se presentaban en traducciones no demasiado solventes.
Era aún la época del teatro en verso, aunque empezaba a imponerse también el escrito en prosa. Pero aún triunfaban los Villaespesa, Marquina, etc. frente a los Unamuno o Benavente. Y unas décadas en las que lo cómico, frívolo y superficial se imponía claramente sobre lo dramático.
No todas las colecciones tuvieron la misma singladura. Algunas pasaron con más pena que gloria, con apenas un centenar de títulos, y otras se prolongaron durante décadas, hasta alcanzar más de 700 números. Aquí pretendo recordar la mayor parte de ellas, incluso las publicadas en las postrimerías del siglo XX, aunque no siempre hay información suficiente respecto de su duración, contenido, fecha de estreno de las obras publicadas, etc.
Sed bienvenidos. Muy pronto el veneno del teatro empezará a hacer efecto.
Juan Ballester
domingo, 23 de noviembre de 2008
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