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La literatura teatral en España experimentó un auge con la llegada del siglo XX, coincidiendo con la expansión del libro como vehículo de difusión de la cultura. Junto a las publicaciones de poesía, de novela, de cuento, de actualidad o de información general, se fue desarrollando también una rica y no siempre bien estudiada bibliografía que recoge sobre el papel la actualidad de lo que tenía lugar sobre los escenarios.
Aunque el teatro en principio se concibe para ser visto o representado, es indudable que nadie puede asimilar todo lo que sube a las tablas, que a menudo además no alcanza los mínimos de calidad suficientes para trascender más allá de la época en que se estrenaban (a veces las obras se representaban una sola vez antes de caer en el olvido eterno). Y por el contrario, había otras piezas que, bien por tratarse de clásicos de siglos precedentes o de incuestionable valor (tanto españolas como extranjeras), merecían la gloria de ser conocidas por públicos de las generaciones posteriores, sin tener que esperar a que se representasen alguna vez. Eso, sin contar con que los actores y actrices que habían de asumir algún papel en las obras necesitaban un soporte físico con el que trabajar.
Es por ello que de forma regular y constante empiezan a surgir empresas de artes gráficas que apuestan por la literatura dramática, aunque sea empleando unos materiales (papel, tintas, etc) a menudo de poca calidad y poco aptos para resistir el paso del tiempo.
Todas las colecciones que van apareciendo, sobre todo hacia los años 20, presentan algunos elementos en común.
En primer lugar, la publicidad. Algo que a buen seguro a los consumidores de antaño no les haría mucha gracia pero que hoy nos resulta sumamente atractivo, porque sirve para conocer de forma indirecta las inquietudes, el modo de vida y hasta los gustos de aquella sociedad. Lo mismo anuncian en contraportadas o páginas interiores rudimentarios productos de belleza o soluciones para los callos, que bombillas, complejos vitamínicos, o por supuesto publicidad de otras revistas o publicaciones del propio editor. Como solían hacer mención al precio de lo que se anunciaba, sabemos también lo que costaban ciertos artículos: cifras que hoy nos parecen insignificantes, pero que en su momento serían prohibitivas para una gran parte de aquellos ciudadanos.
En segundo lugar, las portadas. En muchos casos incorporaban caricaturas de los actores, autores o compositores responsables o que intervenían en la representación que tenía lugar más o menos simultáneamente a la publicación de la obra. De esta forma, se fue creando una rica galería de rostros de personajes vinculados al mundillo teatral, muchos de los cuales son hoy verdaderas leyendas: maría guerrero, margarita xirgu, lola membrives, milagros leal, ricardo calvo, los mesejo, emilio thuillier, carlos arniches, los quintero, muñoz seca, tomás bretón, el maestro serrano, romero y fernández shaw, etc.
En tercer lugar, la austeridad en el texto, que se comprime todo lo que se puede para tratar de que cada número ocupe el menor número de páginas posible. Ello lleva a emplear abreviaturas al comienzo de cada parlamento para designar a quien habla, que a la larga suele ser una dificultad añadida para el lector de cara a representarse mentalmente quién es el personaje que interviene.
En cuarto lugar, la dudosa calidad de gran parte de las obras publicadas, que -en esto hemos cambiado poco- solía obedecer más a criterios de oportunidad que de verdadero rigor artístico. Si hacemos un análisis profundo de la clase de teatro que se iba editando en las primeras décadas del pasado siglo, encontramos que junto a una minoría de piezas verdaderamente indiscutibles (de benavente, los quintero, azorín, etc.), hay demasiada paja como para que los lectores aficionados cayesen en la tentación de comprarlas con asiduidad. Y respecto de los clásicos, se presentaban retocados, mal adaptados, mutilados, hechos a medida de los gustos o las exigencias de la época. Lo mismo podría decirse de algunas obras de teatro extranjero (ibsen, d'annunzio, etc.), que se presentaban en traducciones no demasiado solventes.
Era aún la época del teatro en verso, aunque empezaba a imponerse también el escrito en prosa. Pero aún triunfaban los Villaespesa, Marquina, etc. frente a los Unamuno o Benavente. Y unas décadas en las que lo cómico, frívolo y superficial se imponía claramente sobre lo dramático.
No todas las colecciones tuvieron la misma singladura. Algunas pasaron con más pena que gloria, con apenas un centenar de títulos, y otras se prolongaron durante décadas, hasta alcanzar más de 700 números. Aquí pretendo recordar la mayor parte de ellas, incluso las publicadas en las postrimerías del siglo XX, aunque no siempre hay información suficiente respecto de su duración, contenido, fecha de estreno de las obras publicadas, etc.

Sed bienvenidos. Muy pronto el veneno del teatro empezará a hacer efecto.

Juan Ballester

sábado, 24 de octubre de 2009

Biblioteca Teatral nº 19

Biblioteca Teatral

nº 19.- Luis FERNÁNDEZ ARDAVÍN y José Luis MAÑES - María Antonieta
Comedia dramática en seis cuadros, en verso

Madrid, enero de 1942, 100 pags.

Estrenada en el teatro Calderón de Madrid el 5 de diciembre de 1941.

Personajes: María Antonieta (Conchita Montijano), La princesa de Lamballe (Soledad Domínguez), Madame de Polignac (Juanita Solano), Madame de Rochereuil (Pepita C. Velázquez), La condesa de Noailles (Conchita L. Domínguez), Madame Campan (Anita R. Leyva), Rosalía (Lolita Villaespesa), Dama 1ª, Ciudadana 1ª (Mercedes Salgado), Dama 2ª, Ciudadana 2ª (Ascensión Canales), Ciudadana 3ª (Pilar Barreda), Teroigne de Mericourt (Julita Muñoz), El conde de Ferson (Guillermo Marín), Luis XVI (Antonio Estévez), El archiduque José II (José Blanch), El general La Fayette, El duque Esteban Francisco de Choiseul (Santiago E. Garcés), El poeta Beaumarchais, Hermann, Fouquier-Tinville (Domingo Rivas), El príncipe Wenceslao Antonio de Kaunitz (Sergio Santos), El duque de Provenza, Beault (Rafael Gallegos), El conde de Artois, El defensor de María Antonieta (Julio Montijano), El poeta Goethe, El duque de Coigny, El ciudadano Hebert (Félix R. Casas), El conde de Starhemberg, Monnier, Magistrado 1º (Ildefonso Cuadrado), El delegado francés, Un sacerdote, El joyero Boechmer (Manuel Aliacar), Un guardia de corps, Ciudadano 1º (J. Antonio González), Un testigo, Estudiante 1º, Caballero 1º (José Guijarro), Un jurado, Estudiante 2º, Caballero 2º (Alfonso Garma), Magistrado 2º, Un criado, Un guardián (Antonio Calvo), Ciudadano 2º (Sr. Fernández), Un Sans-culottes (Sr. Pérez), El Delfín (N.N.), Su Alteza Real (N.N.), Dama de Corte (Isabelita Roldán), Otra dama (Antonia Rincón), Séquito austríaco, Séquito francés, Un criado, El cortejo del rey, Un estudiante, Dos camareras, Diputados de la Asamblea Nacional, Mujeres del pueblo, Jurados, Magistrados, Soldados de la República, "Sans-culottes", Ciudadanas, Ciudadanos, Una compañía de la guardia, Un oficial.
Acción: En Francia, en el último tercio del siglo XVIII.

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